La mentira es poderosa. Terrible.

Hasta podríamos decir que la mentira es el origen de muchos de nuestros problemas y conflictos.

Revisemos cualquier conflicto importante y encotraremos al menos dos narrativas que de ninguna manera puden ser verdad al mismo tiempo. Es posible que ambas tengan y hasta compartan algunos hechos verdaderos, pero ya sea a través del manejo selectivo del conexto o de los mismos hechos, arribamos a narrativas diamentralmente opuestas.

El manejo selectivo del contexto o de los hechos son formas básicas de lo que llamamos "mentir".

Los seres humanos hemos evolucionado en una forma muy especial de animal social, que utiliza las narrativas como un método para alinear nuestras voluntades, permitiendo que cientos, miles y hasta millones de personas podamos colaborar hacia un objetivo común.

¿Pero qué si la narrativa que nos une es una "mentira"?

El arte y la aceptación de la mentira se nos inculca desde pequeños y por las personas más cercanas a nosotros, en una etapa del desarrollo de nuestras mentes cuando todavía no tenemos capacidad de pensamiento crítico, y aceptamos como verdad todo lo que venga de esas personas cercanas a través de quienes aprendemos lo que es el mundo (padres, abuelos, hermanos, maestros, etc.).

El comportamiento de estas personas y la forma como ellas reaccionen a la mentira tendrán un impacto tremendo en nuestra futura relación con la verdad.

Mentir está siempre asociado a evitar las consecuencias de la verdad o a acceder a beneficios que, de hecho, no nos tocan. Es fundamentalmente malo. Con mucha frecuencia nos lleva a crear mentiras aún mayores para cubrir la mentira original.

Particularmente peligrosas son las llamadas "mentiras blancas" o "mentiras piadosas", conceptos que nos sugieren que está bien mentir si la intención es buena o si se hace para "proteger" al engañado, pues éstas abren la puerta a un difuso abanico de criterios según los cuales el mentir puede ser aceptable.

Exploremos algunos ejemplos:

Escenario Pros Contras Conclusión

El perro de nuestro hijo de 6 años murió atropellado cuando nuestro hijo estaba en el colegio y decidimos decirle que se ha escapado y no podemos encontrarlo.

Paulatina aceptación de la desaparición del perro.

A menos que al poco tiempo finalmente le contemos la verdad, el niño nunca podrá cerrar el capítulo de la desaparición de su perro.

Cuando al final se entere de la verdad sufrirá más por que le hemos engañando que por la muerte del perro.

No es recomendable una mentira en esta situación. Educaremos mejor a nuestro hijo sobre la vida, la muerte y la verdad si le presentamos los hechos tal y como son, y le damos nuestro apoyo y cariño para superar el dolor.

Nuestra abuela tiene 90 años y uno de sus hijos fallece. Decidimos no informarle del acontecimiento para evitarle dolor innecesario.

Evitamos el sufrimiento de la abuela.

El resto de la familia deberá actuar contínuamente como si el hijo estuviera vivo, lo cual puede ser sumamente doloroso para algunos.

Esta es zona mucho más gris, ya no hay efecto formativo para la abuela (pero sí para otros miembros de la familia), es más un balance sobre qué hace más daño a la persona dado el limitado tiempo que aún le queda para vivir.

Si la abuela estuviera ya en su lecho de muerte, la mayoría de las personas probablemente aprobarían esta mentira.

Si la abuela estuviera todavía saludable, lo más recomendable sería dejarle saber la verdad. Los ancianos tienen normalmente un entendimiento y una relación mucho más madura con la muerte que los jóvenes.

Hacerle creer a nuestros hijos pequeños que Papá Noel existe y trae los regalos en Navidad.

Incluso les hacemos creer que esos regalos dependen de su buen o mal comportamiento.

Introduce diversión y emoción alrededor de la Navidad.

Promueve conductas positivas en los niños.

Requiere tejer una maraña de otras mentiras y complicidades con múltiplos miembros de la familia y amigos, algunos aún en etapa de formación de conciencia.

Inevitablemente los niños recibirán mensajes contradictorios de otras personas y finalmente descubrirán de forma dolorosa que sus padres los han engañado por años.

Sanciona como aceptable la mentira por razones triviales.

No es recomendable bajo ningún aspecto.

 

Por supuesto, hay situaciones mucho más claras de mentiras inapropiadas:

  • Hacerse pasar por enfermo para acceder a un exámen en una fecha futura
  • Copiar en los exámenes del colegio
  • Simular una relación amistosa para acceder a una fiesta o regalos
  • Simular que tenemos que quedarnos en casa a estudiar para salir con otra pareja o amigo
  • Hemos visto a un amigo hacer trampa en un examen o juego, pero preferimos callar para conservar la amistad
  • No queremos fumar, ni nos gusta, pero lo hacemos y decimos que nos gusta para quedar bien con el grupo

La manera como todas estas situaciones sean manejadas por nuestros seres cercanos y las consecuencias (premios y castigos) que recibamos irán modelando nuestra tolerancia, abversión, cercanía o rechazo a la mentira.

Con los años, nuestra relación con la verdad y la mentira serán parte de nuestra conciencia, la cual guiará inevitablemente la forma en que haremos nuestros juicios de valor, tomemos nuestras decisiones y realicemos nuestras acciones.

Promovamos siempre el honor a la verdad entre nuestros hijos, familiares, amigos, colegas, etc. es nuestra mejor defensa contra la demagogia, el engaño y la impunidad.

Foto de Taras Chernus en Unsplash