Hoy no perderé mi tiempo en cosas vanas y gozaré del paisaje de la vida.
Percibiré los ruidos armónicos, los olores sugestivos, las vistas hermosas, las caricias y los gestos amables.
Como nunca, elevaré mi cabeza para mirar al cielo, contemplar el desplazamiento de las nubes; quizá a un ave que se eleve y suspenda en el aire.
Disfrutaré viendo un cachorrito juguetón saltando y corriendo, muchachos jugando al fútbol, los coloquios de una pareja de enamorados o las flores del parque.
Escucharé gozoso el trinar de los pájaros y disfrutaré el calor del sol sobre mi piel.
No me preocuparé de mis achaques ni me sentiré solo ni extrañaré a nadie.
No tendré necesidad de demostrar algo, de convencer a alguien o de averiguar sobre la razón de nuestra existencia.
Seré extremadamente tolerante y apacible; tal vez, irresponsable.
No tendré preocupaciones ni aspiraciones. Me aislaré del mundo malo; me insensibilizaré de todo aquello que haga daño y lo miraré por encima del hombro.
Hoy vibraré con el dichoso pulso de la vida, libre y jubiloso, sin pensar para nada en el mañana.
Mañana, podría ser la gran partida. Hoy, sólo gozaré de la vida.